Coach sin apellidos
Como todo el mundo hablamos de coaching parece que se va generalizando la pregunta y tú, ¿eres ontológico? ¿practicas la PNL? ¿constelas? ¿haces coaching sistémico? Es mas, al coaching se acercan muchos vendedores de humo que incluso publican artículos en revistas de recursos humanos sobre la importancia de la numerología, por ejemplo, para conocer al ser humano. Ya sólo falta que los adivinos, los echadores de cartas y pitonisas se acerquen al mundo de coaching. Soportar esta presión si caer en la tentación de la adscripción a una corriente o enfoque creo que es un ejercicio de resiliencia.
Y la reacción mía es siempre muy parecida, los pelos se me ponen de punta, se encienden todas las alarmas internas y se me amontonan los recuerdos de mi época de estudiante de psicología, cuando ser conductista era anatema para un psicoanalista y viceversa, y los gestaltistas nada tenían que ver con los sistémicos de Palo Alto, ni los cognitivistas con los interaccionistas simbólicos, etc.
Y no es que abomine de las escuelas, porque representan diferentes visiones o enfoques a la hora de abordar un problema, pero cuando las escuelas se convierten en capillas, las etiquetas pueden ser utilizadas como arma arrojadiza contra el que no piensa como yo. Así que he llegado a un punto donde creo que es bueno ser integrador, porque hace tiempo que nos desilusionamos pensando que Freud en La interpretación de los sueños o en El malestar de la cultura, e incluso el reduccionismo de Skinner en Walden Dos, nos iban a posibilitar entender los fenómenos psicosociales, y cómo cambiar la cultura y la vida. Y sin embargo, la realidad quedó muy lejos como nos explicó después el postmodernismo.
Es cierto que analizando las distintas escuelas hay algunas bastantes antagónicas en sus principios, pero otras pueden considerarse complementarias.
Estoy convencido de que para ser un buen coach hace falta una sólida formación, que pasa por conocer los diferentes enfoques y acercamientos teóricos a los problemas personales, grupales y organizacionales. En definitiva, el coach va generando su propia perspectiva teórica que será mas rica en la medida en que sepa integrar enfoques y técnicas diversas.
Algunas personas para defender su adscripción a una escuela, alegan que siempre trabajamos con un enfoque teórico implícito, aunque no lo digamos ni lo reconozcamos, y estoy convencido de que es así, pero también he de manifestar que militar en una escuela suele conllevar comulgar con todos los principios, la metodología y las técnicas de esa escuela, y suele llevar aparejado, negar el pan y la sal a las demás.
En este sentido me ha reconfortado leer una reciente revisión teórico- práctica del mundo del coaching (1), donde los editores al final de la obra abogan por la integración de enfoques, “we believe in the value of a well-formulated philosophy that incorporates one, two or more theoretical perspectives that do not clash in terms of their main assumptions” (pg.420).
Mantener esta posición, que implica resiliencia, me permite poder decir que ‘sólo soy coach’, lo que para mi es mucho, pues se trata nada mas mi nada menos que de ayudar, apoyar, acompañar, escuchar, empatizar, reflejar, asistir, retar, abrir, ofrecer feedback, al coachee en su desarrollo profesional y personal.
(1) Cox, Elaine, Tatiana Bachkirova and David Clutterbuck (eds.), The Complete Handbook of Coaching, 2010, Sage Publications, London, California, New Delhi, Singapore.