Si se exploran los orígenes del Amor Romántico, y sus mitos más tempranos formados en el contexto del patriarcado, donde el varón posee la tierra y la riqueza, ¿cómo se asegura éste de que todo su patrimonio pase a su propia descendencia cuando su pareja dé a luz? Y ¿cómo asegura que sus genes, y de algún modo, la inmortalidad personal y espiritual, pasen a la siguiente generación? Solo garantizando la castidad de la hembra.
El hombre y la mujer mediante el ritual del matrimonio forman una asociación emocional, espiritual y sexual, la base de la familia en la que los hijos entrarán a formar parte.
El mito del amor romántico cuenta que hay una persona perfecta para cada uno de nosotros si somos capaces de ir tras ella y perseguirla, pues somos incompletos sin un miembro del otro sexo.
Así, el valor de la mujer reside en ser necesitada y deseada por el hombre. Cuanto mayor sea el hambre emocional y sexual del hombre, más veraz será su amor. Cuando este amor es irracional e incontrolable, señala el grado de pasión que siente por ella. Incluso justifica si tuviera que golpearla por mirar o hablar con otro hombre. Por supuesto que si sucede, es su falta, la de la mujer.
La historia cristiana dice que Eva fue creada de la costilla de Adán, el primer ser creado a semejanza de Dios, de ahí que los hombres sean más perfectos. La mujer fue creada para el hombre y no al revés. Eva es secundaria y debe darse al hombre para ser completa; por eso la mujer es responsable de los sentimientos masculinos. El varón es el estándar, la mujer es el otro. Esto es el orden natural aceptado.
Por eso las mujeres dependen de los hombres en todo, incluyendo su propia valía. Si hay problemas, las mujeres deben aceptar su culpa y corregirse, aceptando sentirse culpables como prueba de feminidad.
La idea de S. Agustín en el siglo IV es que Eva es responsable del pecado original de desobediencia, y en castigo ha de sufrir. El pecado de Adán es el deseo sexual, y Eva fue su tentación.
Para mantener este cambio respecto a la culpa, los hombres debían aceptar que la sexualidad estaba fuera de su control.
Incluso hoy en día, las mujeres todavía son culpadas por la violencia sexual de los hombres contra ellas.
Los agnósticos tenían otra versión. Comer la manzana representaba la conciencia y la libertad que acompañan a vivir conscientemente. La tarea de Eva era despertar la vida en Adán.
Pero el amor romántico no es inherentemente amor, sino que sirve para objetivar a la otra persona, y la mujer pierde su sentido de identidad personal, que ha tenido dos formas:
- bien las mujeres son consideradas el demonio tentador o
- bien son puestas en un pedestal y reverenciadas como sumisas y virginales.
En la primera, las mujeres anhelan ser rescatadas. Se fomenta que la mujer ideal sea impotente e indefensa, enseñando a las mujeres que han de querer ser dominadas por los hombres.
Este tipo de amor separó a Hombres y Mujeres en dos especies y se convirtieron en un misterio muto.
De este modo, las cualidades de las mujeres requeridas por los hombres, son las de un niño: virginidad, sumisión, vulnerabilidad, pureza e impotencia. Y no podemos imaginarlas aplicadas a los hombres.
Así no es de extrañar que una gran mayoría de las relaciones fracasen. Hoy en día, muchas mujeres no desean permitir que los roles biológicos o tradicionales las definan, sino que buscan redefinir un nuevo mito de un amor más maduro que requiere que cada hombre y cada mujer se conozcan primero a si mismos como individuos plenos y completos.
No se trata, por tanto, de dos mitades separadas, sino de dos todos maduros
La guerra entre los sexos en realidad es una batalla entre los conceptos viejos y tradicionales en las mentes de los hombres y los nuevos y emergentes en la cabeza de las mujeres.
La mentira relacional
Las mujeres siempre han intuido que tienen mejores habilidades relacionales que los hombres. La mentira relacional, sin embargo, pone a los hombres al mando de las mujeres y de las relaciones. Y así, los hombres con escasa capacidad relacional determinan los estándares de lo aceptable.
Puesto que el conocimiento femenino ha sido valorado en escasas ocasiones, y nunca ha sido revertido a las mujeres, estas han hecho un notable trabajo a lo largo del tiempo. Sus evaluaciones de los problemas relacionales son más precisas y sus sugerencias para mejorar las relaciones son más eficaces. Pero nunca tuvieron la oportunidad de decir nada.
Los hombres, habiendo tenido poca práctica de otros sentimientos diferentes a la ira, el miedo y el terror, al ser desafiados relacionalmente han recurrido para resolver cualquier problema, al silencio, a culpabilizar, a dar evasivas, a la ira y a defenderse e incluso a la violencia.
Contrariamente al mito popular, la mujer no ha tratado de cambiar al hombre en su vida buscando su propio beneficio; lo hace para mejorar sus relaciones y la calidad de la vida de los hombres. Pero muchos hombres suelen reaccionar a la defensiva. Parece que cada sexo está en un punto distinto de entendimiento.
Las relaciones son el último bastión del control masculino, y una de las razones principales de su fracaso. Los hombres tienen mucho que desaprender en esta esfera. Porque los hombres se sienten amenazados y las mujeres culpables cuando ambos sexos tratan de navegar mediante un cambio importante del mito. Mientras no se identifiquen y trabajen los problemas, nunca habrá verdadera igualdad entre los sexos.
Hay tres elementos en cualquier relación, el hombre, la mujer y la propia relación. Cada elemento tiene su propia historia, su contexto, sus percepciones y la manera de funcionamiento, y dicho elemento está anclado en su propio marco de referencia, de manera que el conjunto también está en proceso de cambio.