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La fauna que no quiso ir a la guerra

Sudán tiene frontera con países que cuentan con una fauna importantísima por número y por variedad de especies como es el caso de Uganda, Etiopía, República Democrática del Congo o Kenya que ha sido  el país con mayor número de turistas de safari en los últimos treinta años junto con Tanzania. Sin embargo, en la actualidad, otros países como Sudáfrica están atrayendo una parte muy importante del turismo de safari, y países emergentes en esa industria como Zambia o Mozambique puede que se constituyan en referencias turísticas del futuro.

Pues bien, decía mas arriba que desde el avión que nos llevó de Nairobi a Juba, el paisaje del sur de Sudán parecía una prolongación del de su vecina Kenya, y, sin embargo, resultaba imposible ver animales ni desde el avión, ni desde la avioneta que nos llevó a Rumbek  ni por la carretera hacia Yei. Parecería que la única fauna existente en el sur de Sudán eran los rebaños de cabras.

Sin embargo hay que recordar que en la década de los ochenta, siendo exactos en 1982, durante el período de paz consecuencia del tratado de Addis Abeba y por lo tanto antes de que se iniciara la segunda guerra civil, se había llevado a cabo la última investigación realizada por la Wildlife Conservation Society neoyorquina en las zonas potenciales protegidas, el Parque Nacional de Boma, al este en el límite de la frontera etíope, y en el Parque Nacional del Sur en el sudoeste junto a la frontera del Congo. Estos parques, tras la investigación podían presumir  de tremendas poblaciones de antílopes, búfalos, elefantes, jirafas, gacelas y leones. Además en sus bosques Sudán tenía facoceros, jabalíes, chimpancés y monos. Sin embargo, los científicos creyeron que tras los conflictos bélicos la fauna salvaje había desaparecido de la zona.

Recuerdo que durante el viaje desde Yei al terreno donde se efectuaba el desminado le hicimos a Winnie la pregunta de si ellos veían animales salvajes durante su trabajo, y ella nos contestó que sí. En diversas ocasiones mientras desminaba había visto los animales mas abundantes que habitan en la sabana como gacelas y antílopes. Era el testimonio de una mujer fiable, pero casi nadie mas hablaba o se interesaba por el tema.

Si se estima que en el sur hay unos ocho millones y medio de habitantes, casi el mismo número que si sumamos los muertos y los desplazados a lo largo de los cincuenta años que ha durado la guerra civil, es fácil deducir que el sur ha cargado con la peor parte.

Pero además puede pensarse que muchos animales que integraban la numerosa fauna del Sudán huyeron de una  guerra espantosa que dejaba la desolación en los lugares por los que pasaban los soldados y donde a la fauna le tocó un mal papel pues los animales sirvieron como alimento a las tropas de ambos bandos, a la guerrilla y al ejército oficial del norte, o bien vendieron los colmillos o los cuernos para satisfacer las fantasías eróticas de los orientales, bajo la creencia de que el polvo de cuerno de rinoceronte, por ejemplo, es afrodisíaco.

Pero por suerte sí que hay fauna en el sur de Sudán. Hace unas semanas descubrieron, en la región pantanosa de los Lagos, cuya capital es Rumbek, uno de los mayores pantanales del mundo, a cientos de elefantes en una isla, donde habían podido eludir “la caza desenfrenada furtiva que ha sufrido el país a lo largo de los últimos veinte años de guerra”, según el corresponsal de Mundo Negro Digital. Los ambientalistas mantienen la localización de los elefantes en secreto para evitar los cazadores furtivos pues aunque existe la prohibición de caza desde hace cinco años para recuperar la fauna, es fácil conseguir tallas de marfil en el mercado Omdurman, el mercado mas famoso de Jartum.

No es que los países vecinos tengan una salud política excelente y gocen de paz continuada, pero la mayoría de ellos cuenta con parques protegidos para la conservación de la fauna y los animales que vivían en Sudán, en los últimos años, se habían visto obligados a cambiar sus ancestrales rutas migratorias en aras de la supervivencia y seguro que los elefantes con su memoria prodigiosa habían registrando los peligros por los que atravesaron en las pasadas décadas, de manera que Catterson, un conservacionista, dice que la isla donde se han encontrado los elefantes no es un buen hábitat para ellos, pero están fuera del alcance de los fusiles furtivos. “Ni tú ni yo aguantaríamos allí entre mosquitos y cocodrilos” sigue comentando, pero los elefantes han elegido ese pequeño sufrimiento al inflingido por los humanos aterrados y enloquecidos por una guerra civil. En esa área de los humedales quedan también cantidades importantes de cocodrilos, hienas, hipopótamos, y mambas venenosas.

Pero el asunto no acaba ahí, hace unos meses, el 13 de junio pasado, el corresponsal Ed Pilkington del diario británico The Guardian, daba la noticia de que científicos norteamericanos de la misma institución que realizó las anteriores investigaciones, la Wildlife Conservation Society en colaboración con el gobierno autónomo del sur, creen haber descubierto la mayor migración de animales salvajes de nuestro planeta, superior incluso a la anual migración tan conocida que se produce desde el Serengeti en Tanzania al Masai Mara en Kenya. “Nunca antes en mi vida había visto una fauna como ésta, en tal cantidad, ni incluso al sobrevolar las migraciones masivas del Serengeti”, declaraba el investigador J. Michael Fay, “podría representar la mayor migración de grandes mamíferos sobre la tierra”. En el reconocimiento aéreo, Fay y otros dos científicos han avistado unos 8.000 elefantes concentrados sobre todo en la región llamada sudd, el mayor humedal de agua fresca de África. También encontraron evidencias de un número mayor aun de elefantes en el Boma y en el área de Jonglei.

La investigación réplica de la realizada en el año 1982, fue llevada a cabo por los tres científicos, Fay, Elkan y Marjan, el 17 de enero de 2007, usando la misma metodología que la vez anterior. El equipo se dedicó a volar sistemáticamente a lo largo de los secciones transversales y registrando las observaciones de toda la fauna, las actividades humanas y el hábitat. Había observadores en cada lado del avión contando los animales que veían entre dos conjuntos de barras colocadas en las alas del aeroplano, y mediante técnicas de extrapolación hicieron las estimaciones de cuántos animales había en el territorio. Después de sobrevolar una zona de 590 mil kilómetros cuadrados equivalente a algo más de la superficie de España, fueron testigos de la migración de temporada, pues es la estación lluviosa, a lo largo de un área de pastizales y esteros, la columna se extendía en un área de 80 kilómetros de largo por 40 kilómetros de ancho, calculando que allí había cerca de 1,3 millones de animales.

Para su sorpresa, el número de los antílopes del Boma, cerca de ochocientos mil, era muy parecido al encontrado en los ochenta, y en aquella época se proclamó como “una de las mayores migraciones del planeta”. En sus propias palabras, los investigadores pensaron que habían encontrado “El Dorado de la vida salvaje”. Las estimaciones de otras especies también resultaron significativas, y así calcularon 250.000 gacelas, 160.000 topis, 13.000 reedbucks, 8.900 búfalos y 2.800 avestruces, además de leones, leopardos, elands, antílopes roan, kudus, jirafas, orix, cocodrilos e hipopótamos en cantidades variables. Incluso los investigadores encontraron especies como el antílope del Nilo que se creía extinta. En los otros parques como el Nacional del Sur, las cosas no fueron tan bien.

Parece, pues, que la paz le ha sentado bien a la fauna sudanesa y en poco tiempo es posible que puedan atraer turismo y riqueza como lo hacen en Uganda y sobre todo en Kenya. Los elefantes con su sabiduría atávica han de estar registrando en su memoria los cambios acaecidos de manera que vuelvan a recuperar sus rutas migratorias que atraviesan la región de Equatoria aunque es posible que algunos resulten heridos si pisan las minas antitanque o antipersona, por lo que habría que pensar en cambiar o introducir una nueva denominación, porque también son  minas antifauna. Quizá encuentren raro toparse con carros de combate destrozados por sus antiguas sendas, pero es de esperar que su vuelta confirme el establecimiento definitivo de la paz en una de las áreas del mundo más castigadas.

De hecho, las autoridades sursudanesas, es decir, el Ministerio de Medio Ambiente, están pensando en la recreación de los parques y las reservas naturales que ya hubo en el pasado; el plan contempla la integración de varios miles de excombatientes del SPLA en los servicios de atención y mantenimiento de las áreas protegidas como una forma de generar además puestos de trabajo en una industria que ha de ser muy importante para el país.

Para que los parques naturales vuelvan a ser lugares donde la fauna resida y pueda comenzar a surgir el turismo, hay que enfrentar las numerosas amenazas que asolan a esta región en la posguerra, desde las exploraciones extensivas en busca de petróleo en la región del Sudd que dañan el entorno, a las licencias industriales que ya se han concedido sobre los corredores migratorios, o al uso de armas automáticas durante el conflicto que ahora son empleadas por individuos sin autorización para la caza furtiva. La comunidad internacional además está construyendo infraestructuras en esta parte del país, que ha carecido de ellas durante siglos, carreteras, hospitales, escuelas, y redes comerciales, pero que sin duda afectarán a la fauna, ya que no se han hecho los debidos estudios de impacto ambiental.   Y por último, los reasentamientos en las áreas despobladas está afectando a la tierra, pues los miles de refugiados y de desplazados internos que regresan a sus zonas de origen están provocando la deforestación en la zona este de los humedales del Sudd.

Si la fauna salvaje evadió con su inteligencia instintiva la guerra, la cabra ha sido por el contrario el animal que ha acompañado a las milicias y a la población, desplazada o no, por las zonas rurales aportando una parte muy importante de la dieta diaria, bien en forma de leche, queso o carne. Seguro que merecería un monumento con mayor razón que la minúscula ‘torre eiffel’ de hojalata que ofende a la vista en el centro de la capital. Cuando se atraviesan las calles de ciudades como Juba, Rumbek o Yei y por supuesto hasta en las aldeas más pequeñas, las cabras andan triscando en la época seca las briznas de hierbas sobrantes esperando que las lluvias vuelvan a hacer aparecer la hierba que les permita procrear y reproducirse. La cabra forma parte pues del paisaje, y en algunos casos adquiere incluso un toque sentimental.

De hecho, el Sudan Tribune, un par de semanas antes de nuestra llegada, publicaba una curiosa y simpática noticia relativa a la muerte de una cabra. Rosa, así se llamaba la cabra, vivía en Hai Malakal, una aldea cercana a Juba, y era usada por los lugareños para el comercio carnal. El año pasado, el propietario de la cabra, un tal Alifi, pilló con las manos en la masa a un paisano de la aldea, C.T. eran sus iniciales, desnudo mientras se refocilaba sexualmente con la cabra. Los  mayores del lugar al tener conocimiento del hecho le apremiaron a casarse con ella. Hicieron un simulacro de juicio y obligaron a C.T. a pagar al dueño una dote equivalente a 75 dólares.

Unos meses después la cabra parió una cría, pero por fortuna no fue humana. La cabra carecía de nombre, pero durante el juicio, los mayores en broma comenzaron a llamarle Rosa. Rosa que era de color negro y blanco había fallecido recientemente. Los vecinos sospechaban que la causa de la muerte había sido la ingesta por parte de Rosa de una bolsa de basura de plástico cerca de donde vivía su esposo, el señor C.T. que se ha quedado con la cría que tiene ahora ocho meses. Los viejos del lugar dicen que el matrimonio obligado fue para darle una lección a su primero amante y después marido. Pero Rosa hubiera merecido un mejor final o al menos una lápida sino un monumento que recordara la aportación de este animal a esa longeva guerra civil, con un epitafio en relieve, “salvemos a las cabras”.