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EL TRABAJO EN EQUIPO EN UN CORO 

Durante el pasado año tuve la magnífica experiencia de participar en el coro de un concierto participativo organizado por la Obra social de La Caixa, para cantar la pasada Navidad, El Mesías de Haendel en el Auditorio Nacional de Música.

El coro estaba integrado por mas de 400 personas, todas aficionadas, que habían pasado un proceso de selección para formar parte de este coro.

La misión del coro era cantar en navidad durante dos conciertos la partitura de Haendel. El coro por lo tanto era un equipo formado para un proyecto que terminaba a la finalización del mismo. 

Desde hace ocho años, el proceso viene repitiéndose anualmente, los potenciales aspirantes han de aplicar y un porcentaje de los miembros cambia respecto al año anterior.

Además, interviene una orquesta clásica, cuatro solistas para cada una de las voces básicas y un pequeño coro profesional de unas veinte personas que interpretan las partes más complicadas. Todos estos elementos forman el soporte del coro de aficionados y están liderados por un director de renombre internacional. Todos ellos suelen renovarse anualmente.

Es decir que estamos hablando de un equipo peculiar, temporal, con una interacción baja salvo en el período de tres meses anterior a la realización del concierto donde tienen los ensayos y que se disuelve al cumplir su objetivo. Es, pues, un equipo de proyecto, con ingredientes virtuales, propios de la época de Internet, con personas que, por lo general,  interaccionan escasamente fuera de los ensayos.

La experiencia me ayudó a visualizar y reflexionar sobre muchos de los aspectos que habitualmente atribuimos y experimentamos  en el trabajo en equipo en otros entornos. 

Vamos a explicitar algunos:

-      El tiempo de preparación individual es muy elevado y el aprendizaje de coros tan complejos por personas aficionadas supone un esfuerzo enorme sostenido en el tiempo, teniendo en cuenta que muchas personas  no saben leer la partitura y han de memorizarla mediante la repetición, escuchando grabaciones que hoy en día pueden bajarse de la red. Un resultado aceptablemente bueno del coro en su conjunto supone miles de horas de preparación que los participantes aportan por su amor a la música y al trabajo bien hecho

-      La importancia de la colaboración de cada uno de los participantes en el resultado final, pese al número tan importante de personas, superior a la mayoría de los coros habituales. Una vez que el coro está constituido, todas las contribuciones son igualmente necesarias para el resultado final. Si alguna persona no contribuye, dificulta el logro del conjunto.

-      La coordinación necesaria para que las cuatrocientas voces entren al mismo tiempo en numerosas ocasiones a lo largo del concierto; en caso contrario el desastre sonoro sería tremendo. Para ello hay que memorizar bien la obra de manera que los interpretes del coro puedan desentenderse de seguir la partitura para atender las indicaciones del director.

-      Entender la diversidad de los roles; en una pieza barroca hay cuatro roles principales, que se llaman cuerdas: soprano, contralto, tenor y bajo. Cada uno de los participantes se adscribe a uno de los roles, que ha de mantener a lo largo de la obra y aprende la partitura de esa cuerda

-      Otro segundo tipo de coordinación, distinta a la anterior, es la que se ha de producir entre los miembros de cada cuerda, por término medio unos cien

-      Cuando uno domina su rol está en posición de aceptar y respetar a los demás roles; al principio, la inseguridad lleva a que cada persona se ciña a moverse entre los colegas de su propio rol y trata de aislarse del resto para evitar ser “contaminado”  por las otras cuerdas. Sin embargo, a medida que se domina la partitura, el resultado es mucho mejor cuando las distintas cuerdas son capaces de escucharse e interpelarse entre sí para integrar un sonido mas pleno y rico en matices.

-      El resultado del grupo puede verse perjudicado cuando no se produce el trabajo en común; a veces sucede en los ensayos que un grupo pequeño de personas deja de cantar una parte por miedo a equivocarse y se produce un efecto ajedrez inducido, de manera que en unos segundos se desestructura el trabajo de todo el coro, se produce el silencio de las cuatrocientas personas y hay que arrancar de nuevo. Si esto acaciera durante la actuación ante el público sería un fracaso estrepitoso.

-      Es muy importante la flexibilidad para poder introducir los cambios que el director quiera hacer; teniendo en cuenta que hay varios directores que atienden la preparación de la obra y de que cada director puede tener una visión ligeramente distinta e incluso muy diferente  sobre todo en algunas partes. Esta diversidad es mayor en una obra como El Mesías, que ha sido interpretada miles de veces, y dirigida por varios cientos de directores. Pero la flexibilidad que es una actitud requiere una base importante; en la medida en que se conoce y domina la partitura, mas fácil será que se produzca la flexibilidad necesaria de los participantes para conseguir el objetivo del equipo. 

-      En un coro de aficionados el enfoque del director es su responsabilidad exclusiva, y difícilmente lo comentará y menos lo discutirá con los miembros del coro; sin embargo, si el director no es capaz de compartir su visión de la partitura, encontrará resistencias en personas que durante los ensayos aprendieron algunas versiones distintas. Y a medida que los aficionados son más cualificados, necesitan que el director comparta con ellos  su visión de la interpretación que va a hacer frente a las de otros directores.

-      El resultado del trabajo en equipo del coro no es solo el canto de una partitura escrita en un lenguaje especial como es el musical, sino que es una experiencia emocional compartida, tanto por los intérpretes como por el público que asiste a la representación. Porque la música es principalmente una experiencia de comunicación donde los profesores de la orquesta hacen vibrar sus instrumentos y los cantantes sus cuerdas vocales para transmitir  las emociones que el compositor dejó escritas en la partitura original. Y la emoción no se transmite cuando hay una mera lectura literal de la partitura, sino cuando los intérpretes se comprometen a poner sus recursos vocales al servicio de la comunicación del sentimiento que les embarga la belleza sonora que planteó el autor al componer la partitura.