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La amistad inter-étnica

 

José Luis Rodríguez López

 

(Publicado como Interethnic Friendship, en Harré, R., & Moghaddam, F. M. (Eds.) (2013). The psychology of friendship and enmity: Relationships in love, work, politics, and war. Vol.2: Group and intergroup understanding. Praeger: Santa Barbara, California pgs. 69-82). Traducido al inglés por Carlos Treviño)

 

La amistad es una de las relaciones interpersonales más comunes que la mayoría de las personas tienen en la vida, por lo que ha sido tratada por extenso a lo largo de la historia, comenzando por la filosofía clásica grecorromana.

Para los filósofos griegos, la amistad era expresión de la  virtud, un regalo de los dioses. Aristóteles menciona tres tipos de amistad: por interés, por placer y por el bien; pero sólo la que surge del bien merece llamarse amistad. Para Cicerón y Séneca, la amistad implica armonía, buena voluntad y afecto, «querer y rechazar lo mismo».

La amistad se demuestra en la preocupación por el amigo, interesándose por su bienestar, por sus problemas y logros. Por esto procura reunirse, comunicarse o convivir con él. Un amigo es el que está disponible en todo momento, el que te levanta cuando estás decaído. Es en la turbación donde la amistad se pone a prueba. Cicerón comentaba: «Sólo en el peligro se conoce al verdadero amigo».

Aunque la amistad es un elemento central de la vida social humana, desde la perspectiva de la evolución, sus funciones han resultado siempre difíciles de comprender. 
La amistad humana ocurre entre individuos que no son parientes ni están emparejados, por lo que la función de este comportamiento cooperativo no está tan clara como la de los comportamientos que implican la reproducción o la transmisión genética. Sin embargo, el tipo de vínculos generados en la amistad se han asimilado a los vínculos familiares por su intensidad, por su implicación mutua y por compartir percepciones, emociones, actitudes y valores. Quizá esta semejanza entre lazos familiares y lazos de amistad han posibilitado que las creencias religiosas y las iglesias que las sustentan hayan defendido con la misma fuerza el valor de la amistad que el de la familia, y en algunas ocasiones se han arrogado la amistad como si fuera un valor religioso.

En la sociedad contemporánea la psicología social y la antropología han tomado un papel preponderante a la hora de entender la amistad. Y así encontramos estudios como el de Peter DeScioli y Robert Kurzman de la Universidad de Pensilvania, planteando una alternativa a las explicaciones evolutivas tradicionales que afirman que la amistad humana responde a la Teoría del Altruismo Recíproco, es decir, que la amistad funciona por patrones de intercambio. Estos  autores sostienen que “la amistad humana tiene su origen en la necesidad de contar con aliados que nos ayuden en potenciales conflictos”, enmarcándose en una nueva teoría bautizada como “Hipótesis de la alianza para la amistad humana” por la que “el ser humano escoge a sus amistades priorizando a aquellos individuos que tenderán a ayudarle más en los conflictos, frente a los que sabe que no lo ayudarán o que no se comprometerán con él”. 
Otros estudios se han preocupado por establecer las diferencias en la amistad dependiendo de la clase social, el género o las fases evolutivas atendiendo a la  edad de los amigos.

Los sociólogos han destacado la importancia de la amistad como ‘cemento social’. (Ray Pahl, 2000:5) y por otra parte el cambio en la significación de la amistad que se produce en distintos momentos de las sociedades, es decir que nuestras ideas sobre lo quiere decir ser un buen amigo, un amigo íntimo o nuestro mejor amigo, están cambiando. El autor continúa afirmando que “lo importante no es la amistad per se, sino los efectos que fluyen de ella como la confianza, la seguridad, los sentimientos de auto-estima y los sentimientos de ser querido por uno mismo”.

También se subraya la importancia de los elementos sociales, culturales  y económicos de la amistad: 

“La amistad puede verse como algo personal que se entabla libremente, pero se forma en circunstancias culturales, económicas y sociales determinadas, lo que tiene un impacto significativo en nuestra capacidad para implicarnos en diferentes actividades, así como un profundo significado social e individual. Mediante la amistad conseguimos apoyo práctico y emocional, y una contribución importante para nuestra identidad personal. La amistad nos ayuda además a integrarnos en el ámbito público y a actuar con recursos para manejar algunos de los eventos rutinarios y cotidianos a los que nos enfrentamos en nuestra vida” (Allan 1996: 114).

La teoría del posicionamiento

En este contexto, nos parece interesante analizar las aportaciones de la Teoría del posicionamiento, encabezada por Rom Harré y otros científicos sociales, a la amistad, de la que hemos tomado un relato ilustrado por una antropóloga española, entre dos mujeres españolas de etnia distinta: una gitana y otra paya.

Hay una serie de conceptos que maneja la teoría del posicionamiento que nos han servido para analizar el relato y que quiero reseñar brevemente, pero que van a aparecer a lo largo del texto.  

En primer lugar dice Harré que “las posiciones son patrones de creencias de los miembros de una comunidad de habla, relativamente coherente” y además que “una posición es un conjunto elástico de derechos y deberes que limita las posibilidades de acción. Implica limites sobre lo que es lógicamente  posible de lo que puede decirse o hacerse, parte del repertorio de acciones de la persona en un momento y contexto, incluyendo a otras personas”.  

Es muy importante resaltar que frente al concepto de rol para el que la amistad constituye a la persona de manera determinada, sin embargo las  posiciones son efímeras, cambiantes, y abiertas a la discusión entre los grupos de hablantes, porque las posiciones “no son aisladas sino que se definen en relación a otras posiciones de manera recíproca o complementaria (la enfermera no existiría sin el enfermo, al igual que en el relato que analizamos, la informante no existe sin la antropóloga).

La teoría del posicionamiento tiene tres pilares básicos que reciben el nombre de “el triángulo del posicionamiento” y que Harré define así:

  1. La posición. Una constelación de derechos y deberes para desempeñar determinadas acciones con cierto significado como actos, pero que también puede incluir prohibiciones o denegación de acceso a algún repertorio local de actos significativos.
  2. El habla y otros actos han de ser interpretados como un acto significativo. Un apretón de manos es una acción  intencionada.
  3. Argumento (story line). Los episodios sociales no se desarrollan al azar sino que siguen patrones establecidos de antemano, son los argumentos, las tramas. Cada argumento puede expresarse por un racimo elástico de convenciones narrativas.

 Otros conceptos derivados de los anteriores como el posicionamiento explicito y el reposicionamiento, el posicionamiento malicioso, el posicionamiento estratégico o el reflexivo, aparecerán a lo largo del análisis.

Como veremos la teoría del posicionamiento permite una gran riqueza de análisis del relato antropológico que presentamos y nos permite entender mejor la relación de amistad que ha sido tan estudiada a lo largo de la historia.

El relato que voy a glosar, es de la antropóloga Paloma Gay y Blasco y su informante, Liria de la Cruz, publicado recientemente por la Universidad de St. Andrews en Escocia, bajo el titulo de Antropología y amistad. En él se narra la historia de la relación de amistad de dos mujeres españolas, las autoras, Liria de etnia gitana (a veces se utiliza como sinónimo calé y a nivel internacional se está generalizando la denominación  de romaní) y Paloma de etnia paya, apelativo que los gitanos dan a todos los que no son de su raza y que utilizaremos para denotar a la inmensa mayoría de la población española. pues se calcula que la población gitana en España ronda los 600.000 habitantes, es decir el 1,2% de la población total de mas de 47 millones.

Los gitanos en España.

Los gitanos llegaron a España en el siglo XV.

En la actualidad se calcula que en España hay unos 600.000 gitanos calés cuya situación es muy desigual, pues presentan diferencias notables en razón de su nivel de vida, estudios, trabajo, comportamientos, lugar de residencia, etc. Hay que resaltar el alto porcentaje de los gitanos españoles que pertenecen a la iglesia evangélica, un 25%, una proporción no compartida por el total de la población española que ronda el 1%. 

La industrialización ha concentrado a una buena parte de la población gitana en los suburbios de las ciudades y les ha obligado a abandonar sus oficios tradicionales (cestería, forja, trata de animales...), muy vinculados al mundo agrícola y rural. La venta ambulante y los trabajos temporeros agrícolas siguen ocupando hoy a muchas familias gitanas. De esta manera, algunos gitanos han pasado a engrosar las bolsas de marginación de las ciudades, junto a inmigrantes y otros sectores menos favorecidos de la sociedad.

Por lo tanto, los gitanos hoy son en su mayor parte sedentarios, aunque siguen manteniendo actitudes y valores propios de las poblaciones nómadas. Algunos mantienen todavía que su patria es la tierra entera, el sol y las estrellas.

Los gitanos españoles participan de muchas de las características comunes al resto de los ciudadanos: han mejorado su nivel de vida, tienen menos hijos que antes, ha aumentado su nivel de alfabetización y formación, tienen unos comportamientos más estandarizados, y están más secularizados. Pero es de reseñar que  también hay entre ellos un nivel de pobreza y marginación mayor que en la media nacional; que suelen ocuparse en trabajos muy poco cualificados; que los niños gitanos sufren un importante fracaso escolar. Se ha avanzado en la promoción social de los gitanos y nominalmente gozan de los mismos derechos que sus vecinos payos, pero en la práctica muchos malviven en la marginación y el paro.

Conviene señalar algunos de los valores del pueblo gitano porque definirán gran parte de su código de deberes y derechos:

  • El respeto a la familia como institución suprema, de manera que su identidad personal procede en buena parte de su familia de la que siempre será miembro y cargará gustosamente con sus ventajas e inconvenientes;
  • La veneración por los miembros de más edad. Los mayores son acreedores de un respeto especial porque acumulan la memoria y la sabiduría de la vida. En momentos delicados buscarán el consejo de los "tíos" (figuras de respeto reconocidas por la comunidad) y su parecer será muy tenido en cuenta;
  • El trabajo no lo es todo ni lo más importante para un gitano. El gitano no vive para trabajar, trabaja para vivir. Lo fundamental es la vida, la familia, la convivencia. El trabajo es sólo un medio al servicio de la vida y la familia;
  • La hospitalidad y la solidaridad con los miembros de su etnia. Los gitanos guardan memoria de la necesidad y los malos momentos pasados y desean evitarlos a los suyos.
  • La virginidad de la mujer antes del matrimonio
  • El respeto a los muertos. Ofender la memoria de un familiar difunto se considera una ofensa muy grave.
  • El sentido de libertad, el respeto a la palabra dada, el amor a la naturaleza...

El relato de Liria y Paloma

Volviendo al relato de las dos mujeres, observamos que hay un tema que lo atraviesa y que versa sobre autobiografía y antropología. Hay un trabajo de campo etnográfico que se inicia cuando Paloma llega al barrio donde vive Liria quien actuará como informante de la antropóloga. Además, hay una autobiografía de ambas mujeres contadas por ellas mismas, a partir de una primera versión elaborada por Paloma.

Las dos habían nacido en Madrid, en el mismo año, al final de la dictadura de Franco en 1969 y se conocieron recién cumplidos los 23 años. Liria, procedía de una familia gitana y vivía en la periferia de la ciudad en un barrio donde convivían las viviendas de protección oficial con las chabolas del geto.

Paloma procedía de una familia de clase media, que poseía una casa grande en el centro de la ciudad. Mientras que Paloma era soltera, Liria a la misma edad ya estaba casada con Ramón, gitano, y tenía dos hijos.

El encuentro se produjo porque Paloma, estudiante de antropología requería para su doctorado en Cambridge mantener una convivencia con una familia gitana para llevar a cabo un trabajo de campo como observadora participante. 

Liria y Ramón ofrecieron su casa para ayudar a Paloma en su investigación.

Liria actuaría en el rol de informante para la tesis, mientras que Paloma ejercía de antropóloga y a lo largo de la interacción veremos como fueron cambiando su posición, llegando a convertirse ‘en buenas amigas’. La diferencia de etnias en este caso no fue un obstáculo sino que el deseo de conocerse en la diferencia, alimentó la amistad. 

Paloma, con anterioridad, se había introducido en la iglesia evangélica de Villaverde para realizar una investigación sobre los gitanos y sus prácticas religiosas, teniendo en cuenta la importancia de esta confesión entre los gitanos españoles. Ella primero vivió en casa del Tío Basilio, el hombre gitano más respetado de la zona de Madrid y provincias limítrofes, pariente lejano de Liria, y fue esa la razón por la que ésta y su marido accedieron rápidamente a la petición de Paloma para realizar su trabajo, tras el rechazo de muchas familias gitanas a darle cobijo.

El rechazo se debía a diferencias de valores entre las dos culturas: la cultura gitana y la cultura mayoritaria y dominante en España. Para los gitanos no era aconsejable introducir una paya en casa, algo que podía hacer peligrar su matrimonio, ya que cualquier situación ambigua podría ser aprovechada por el marido entre cuyos deberes no se incluía mantener la fidelidad a su mujer. Pero la creencia iba mas lejos, puesto que pensaban que de las payas podía esperarse cualquier cosa al ser muy tolerantes en materia sexual e incluso algo promiscuas. 

En el año 1992 la cultura prevaleciente entre los gitanos,  seguía siendo una cultura machista, donde el argumento era que la mujer debía de llegar al matrimonio virgen e incluso demostrar que lo era, y su papel estaba en casa cuidando de los hijos y del marido.

Sin embargo, la cultura dominante en el grupo mayoritario respecto a la mujer estaba cambiando a gran velocidad debido en gran parte al trabajo que habían hecho las propias mujeres desde los años sesenta del siglo pasado. Sin embargo, 30 o 40 años antes, los valores respecto a la mujer no eran tan diferentes entre ambas culturas.

Liria sintió que aquella chica paya que se había interesado tanto por sus vidas y por su manera de vivir, merecía que le diesen la oportunidad de realizar su proyecto y su profesión en el futuro.

Liria recibió el apoyo de sus padres para acoger a Paloma en su casa, en particular por parte de su madre que tenía amistades no solo entre los gitanos como era la costumbre sino también entre los payos, y había tratado de inculcar ese comportamiento a sus hijos. Es decir que su madre se había posicionado en ese tema, al margen de la posición tradicional gitana, abierta a la interacción de las dos culturas, algo que comenzaba  a ser mas frecuente de lo que hasta entonces había sido tanto por parte de los gitanos como por parte de la cultura dominante española que llevaban siglos conviviendo juntas pero con escasa interacción.

Liria confesaba igualmente su propio interés por conocer mejor a los payos, aunque de pequeña, parte de sus amigas de la escuela eran payas que le gustaban por su forma de ser, por su sencillez y su independencia, sin tener tanto en cuenta la opinión y la crítica de los demás, el ‘qué dirán’, como los gitanos. Y desde que se casó todas sus amigas eran muy buenas pero exclusivamente gitanas.

A Liria le pareció muy sensata la forma de actuar de Paloma con su gente puesto que se había introducido en el mundo gitano a través de los hombres de respeto como era el Tío Basilio, y de la iglesia evangélica muy frecuentada por los gitanos, de manera que estaba en condiciones ideales para que se produjera la deseada interacción.

Paloma, conociendo el contexto de los gitanos de aquel barrio, y las reacciones que había tenido respecto a su no acogida en casa, incluso de parte de las dos pastoras evangélicas de las que se consideraba buena amiga, apreció aun mas el gesto de Liria. Como los gitanos no entendían aquella relación, pensaban que Liria lo hacía por dinero y ella se veía obligada a justificarse y asentir cuando le preguntaban si recibía dinero de Paloma o si ella le ayudaba en la crianza de los niños.

 Paloma como antropóloga percibía y a veces se sentía mal por los comentarios que recibía de su estancia en casa de Liria. Ella era una paya, joven y soltera que intentaba ser aceptada por una comunidad muy marginalizada, donde se desconfiaba y se despreciaba a los payos, y las mujeres payas eran consideradas inmorales y promiscuas.

Pero Liria trató de superar los estereotipos dominantes que configuraban su código de conducta, cuestionando lo que los demás daban por descontado, razón por la que ambas mujeres comenzaron a trabar una estrecha amistad. “Su compasión, su generosidad y  su curiosidad fueron las bases sobre las que se forjó una amistad” que se mantiene en la actualidad, unidas por el cariño, la ayuda y el apoyo mutuo a lo largo de los veinte años que dura la relación.

 Paloma habla de “una fascinación mutua y de que ambas se complementaban, cada una representaba algo que la otra deseaba: la posibilidad de pertenecer a un mundo distinto”. Ella pertenecía a una sociedad de clase media conservadora con multitud de prejuicios respecto a las formas potenciales de ganarse la vida, la educación o incluso la forma de vestir. Estudió la carrera en una universidad británica en un ambiente que también consideraba cerrado y agobiante en el que tampoco se encontraba a gusto; así que cuando llegó al barrio gitano en Villaverde, un extrarradio de nivel muy bajo cercano a Madrid, se sintió todavía mas extraña, llegando a pensar que nunca la aceptarían.

Al principio de conocerse, Liria parecía una gitana integrada en su entorno y en su sociedad, joven pero respetada, buena vendedora y con ingresos económicos procedentes de la venta ambulante de ropa en un  puesto que tenía junto a su marido. Seguía a rajatabla las costumbres gitanas, ni fumaba ni bebía y nunca llevaba pantalones, siempre vestía faldas, y solo se relacionaba con los hombres de su familia. Su padre tenía ingresos altos, comparado con su entorno, y una posición de respeto en la comunidad,  controlando una parte muy importante de lo que en ella pasaba. Cuando Liria tenía 15 años, su madre organizó la boda con un pariente algo mayor que ella, y pudo demostrar que había llegado virgen al matrimonio, sin escaparse como hicieron algunas otras chicas gitanas del barrio.  

Sin embargo, Liria pronto se dio cuenta de la insatisfacción que le producía su matrimonio, conviviendo con un hombre del que nunca estuvo enamorada ni podría querer, sometida a las estrictas limitaciones de los códigos de conducta y las tramas culturales de lo que debía ser una ‘gitana decente’. Sentía gran curiosidad por saber como eran las cosas entre los payos y su mundo por lo que aceptó gustosa la posición de informante de la antropóloga Paloma.

Empezaron a asumir riesgos conjuntamente al mentir a Ramón, el marido de Liria, para hacer excursiones secretas a Madrid de modo que la gitana viera y conociera el mundo de los payos. Así, se quitaron las faldas y vestían pantalones, y se dedicaron a visitar museos, parques, restaurante y, en reciprocidad, Paloma le abrió su casa donde le presentó a su familia.  Igualmente fueron a la universidad donde comieron con amigos de su infancia con los que Paloma había estudiado, relacionándose con total libertad con hombres que no eran de su familia ni de su etnia.

Si para Paloma vivir en Villaverde era una aventura, también lo fue para Liria vivir en el ambiente payo en que Paloma se había desarrollado, conociendo por dentro una ciudad como Madrid, que siempre había experimentado desde un arrabal.

Estas excursiones fueron creando una gran complicidad y sus posiciones entre ellas y con su entorno inmediato fueron cambiando, sobre todo en el caso de Liria. A los 23 años se sentía entusiasmada por la vida y por su amistad: las dos mantenían largas conversaciones sobre temas variopintos, sobre lo divino y lo humano, los hombres, el sexo y también sobre antropología, mientras vendían en el mercadillo, cocinaban o cuidaban de los niños en casa, mientras Ramón veía la televisión.

Parecían no estar preocupadas por las desigualdades materiales existentes entre ellas pese a que Paloma decía ser muy consciente de las jerarquías y las desigualdades que rodeaban la marginalidad gitana, y de las distintas posiciones que ellas mantenían en ese entorno, aunque en la vida diaria en el gueto ella ocupaba el lugar más bajo. Quizá sus padres tenían más dinero y Paloma se había beneficiado con una vida cómoda y estudiando en el extranjero, pero Liria pertenecía a una familia gitana muy respetada en el barrio, sintiéndose segura en su papel dentro de su comunidad, dónde las desigualdades y jerarquías que contaban eran las existentes entre payos y gitanos. Liria allí tenía una buena posición, mientras que Paloma no era nadie.

Tampoco se le ocurrió a Paloma pensar que abrir su vida a Liria pudiera no haber sido ético como le reprocharon en algunas conferencias que posteriormente dio en el Reino Unido, por no haber considerado el impacto que podría tener sobre Liria darle a conocer a su familia, generándole posiblemente insatisfacción con su condición de gitana.

Al cabo del tiempo, cuando Liria ocupó una posición reflexiva y analizó la relación, percibió un nuevo cambio de posición, pues la amistad cómplice se había transformado en una relación como de hermanas, donde la diferencia según ella radicaba en compartir no solo las cosas buenas sino también compartiendo los problemas. Durante unos cuantos años en que Paloma trabajó en Inglaterra, la comunicación se mantuvo bien a través de carta o por teléfono; y cuando ella regresaba a España de vacaciones siempre compartían algunos días.

Pese a las diferencias de cultura y de tramas y argumentos diferentes que definían ambas etnias, las dos mujeres continuaban su relación de amistad, intercambiando sus gustos, sus ideas y sus secretos en una relación generosa, carente de otros intereses que no fueran la propia amistad.

Pero también hubo transformación por parte de las dos mujeres. Liria hizo cosas muy diferentes cuando salía con su amiga y aprendió sobre todo a valorarse como mujer, puesto que su identidad personal procedía básicamente de una identidad colectiva, la  pertenencia a la etnia gitana.. Mientras que Paloma la consideraba inteligente y buena persona, su familia la veía como tonta y su marido además decía que era fea.

Cuando empezó a relacionarse con otras mujeres payas, por ejemplo, como presidenta del AMPA, la asociación de madres y padres del colegio de su hija, estas la animaban y le daban su apoyo, algo de lo que hasta entonces había carecido.

Pero el momento crítico en la vida de Liria, que contó además con el apoyo y la ayuda incondicional de Paloma, fue cuando ella decidió cambiar de vida y de pareja para buscar “su felicidad” en un mundo completamente diferente con una pareja marroquí, dispuesto a luchar con ella frente a los deberes y obligaciones que su entorno gitano quería que mantuviera.

A partir de esa situación clave, las dos decidieron escribir juntas los relatos y las versiones antropológicas de su relación.

La transición

¿Cómo se llegó a este punto en el que habían pasado cerca de quince años? Las vidas de ambas evolucionaron de manera distinta como era fácil de prever. Mientras que Paloma y su marido consiguieron puestos académicos permanentes en el Reino Unido, lo que les permitió mudarse a Escocia, y comprarse una casa, lograron asentarse, llevando una vida típica de la clase media británica, la vida de Liria sufrió un profundo cambio. Primero pasó por dificultades económicas al perder algunos permisos de venta y endeudarse junto a su marido, a la vez que su barrio se degradó por el aumento de la inmigración latina y norteafricana.

Pero sobre todo se deterioró la relación de Liria con su marido, Ramón. Ella le abandonó varias veces y se marchó a vivir a casa de sus padres, pero retornando de nuevo con Ramón por la presión familiar que la quería obligar a mantener el código de conducta de su etnia. Pero también hubo aspectos positivos  en el cambio que vinieron al asumir nuevas responsabilidades como antes se ha mencionado de presidenta del AMPA del colegio de su hija, colegio que sufrió un realojamiento con el consiguiente malestar y movilización en contra de los vecinos, donde Liria tuvo un papel protagonista, llegando a aparecer en emisoras de la televisión y la radio, a nivel tanto local como nacional.

En ese proceso que no terminó de forma exitosa para el colegio, Liria descubrió nuevas capacidades, expectativas y necesidades, diferentes a las de ser madre y esposa, como mandaban los argumentos y las tramas gitanas.

La vida de Paloma fue también cambiando a lo largo de este periodo de quince años, pues fue madre natural y de adopción, transitó por los caminos del activismo político y relegó su carrera a un segundo o tercer plano, sin excesivas presiones sociales para asumir esos cambios que ella voluntariamente quiso hacer.

La transformación de Liria. Los conflictos entre códigos

Una mañana Paloma recibió la llamada de las hermanas de Liria, pidiéndole ayuda porque ésta había desaparecido de casa y temían que hubiera escapado con un hombre. Paloma trató de ponerse en contacto con ella, y finalmente lo consiguió al día siguiente. Liria le confirmó el temor de sus hermanas, se había ido con Younes, un joven de nacionalidad marroquí, con el que llevaba varios meses manteniendo una relación clandestina que sus hermanas empezaban a advertir  y finalmente consideró que no le quedaba otra que escapar.  Después de vivir veinte años con un hombre que no la quería, sentía que esta vez había encontrado el amor de su vida al que no estaba dispuesta a renunciar. Pero no podía llevarse a su hija porque su familia la estaba ya buscando y se sentía  aterrorizada de lo que podrían hacerla en caso de encontrarla.

De manera que le pidió a Paloma que guardara el secreto y fingiera que no la había encontrado si quería que ella estuviera a salvo.

Sin embargo, Liria volvió a casa, sus hermanas la encontraron y la intimidaron, le asustaron advirtiéndola de que la vida de su hijo Jonás estaba en peligro, y ella regresó, sacrificándose y  abandonando a su amante.

Cuando Paloma regresó a Madrid, la familia intentó hacerla entender que lo habían hecho por el bien de Liria, usando formas de habla como “Así no es como hacemos las cosas los gitanos, tú nos conoces, tu nos entiendes, tu sabes lo horrible que es esto, nosotros no somos como vosotros, los payos, esto es muy fuerte, no hay nada peor” pues la mujer debía de ser “virtuosa y estar supeditada al hombre”. Querían que Paloma hablara con ella, que la convenciera para que no se escapara otra vez, para que les ayudara a controlarla, y no saliera de casa. Ramón, Carmen, y las otras hermanas de Liria, sus hijos, su nuera… eran “la voz de la razón gitana”, una trama contra la que ningún gitano podía atentar..

Paloma percibió la llamada de la amistad desinteresada a prueba de casi todo. “me pidió ayuda, y era Liria, mi amiga, yo conocía sus deseos y sus miedos, había compartido conmigo sus esperanzas y sus desilusiones, me quería igual que yo la quería a ella”. De manera que Paloma la ayudó para que pudiera ver a Younes a escondidas, preparando encuentros donde cada una llevaba a sus hijos como coartada, para evitar las sospechas de la familia.

Liria decidió irse de nuevo, y otra vez tuvo la ayuda de su amiga, disponiendo planes, compartiendo sus ansiedades y sus esperanzas, y dándole parte del dinero que tanta falta le hacía para poderse independizar. Mas tarde, Paloma se convertiría en el punto de contacto entre Liria y su familia, haciéndole llegar las misivas de sus hijos y re-enviándole las cartas desesperadas de Ramón.

El conflicto generó en Liria una ruptura interior, en particular, por la culpa sentida al haber dejado a sus hijos con la familia paterna, poniendo en peligro la nueva y satisfactoria relación amorosa emprendida con Younes. Pasó varios mese con éste compartiendo pisos con inmigrantes, trabajando en el servicio doméstico y escondiendo su etnia gitana ante sus señores.

Paloma regresó a Madrid y se enfrentó con Ramón y las hermanas de Liria, “me enfurecí con Ramón y con las hermanas de Liria, que eran inamovibles: mientras no volviera, no vería a su hija. Y si se llevara a la niña, me dijeron, los matarían a ella y a Younes”. Paloma se planteó en una reflexión posterior si el conflicto era producto de la diferencia de códigos o mero fruto de la envidia, y buscó ayuda entre sus conocidos y amigos de Escocia, pero estos no entendían el mundo gitano, y no les cabía en la cabeza la razón por la que Liria no pedía el divorcio, y no usaba las vías usuales para ver a su hija, pues tenía miedo y había recibido amenazas.

De manera que Liria no soportó tampoco esta vez la presión social del entorno familiar y volvió de nuevo a casa con su familia.

Pero el segundo retorno fue peor que el primero para ella. Sobre todo por la actitud de Ramón, el marido despechado que debía de tragarse el orgullo de la trama cultural del gitano burlado por una mujer supuestamente inferior a él, renunciando a las prerrogativas del código de conducta de su etnia. Ramón que conocía el comportamiento que Paloma había mantenido de ayuda moral e incluso económica para con su amiga, adoptó a una posición beligerante y pasaron días difíciles de convivencia en la casa familiar donde Liria pudo reconciliarse con su imagen y con su identidad como madre hacia sus hijos que probablemente se habrían sentido  abandonados por ella, atendiendo al guion del discurso familiar. Liria, casi todos los días, llamaba a escondidas, por un móvil que había conservado oculto, a su amiga y a Younes

Pero la vuelta era pasajera, a medida que la presión del entorno familiar aumentaba, de un lado, el marido se había puesto en contacto con un abogado para quitarle a Liria la custodia de su hija, y sus hermanas, del otro, habían llamado a un pastor evangélico gitano para exorcizar a Liria, fueron la gota que colmó el vaso y dieron paso al último acto de este episodio cuando Liria tomo la decisión irreversible de la partida definitiva. Qué fuerza tendrían el código de conducta y las tramas argumentales de la cultura gitana que obligaron a que la ruptura acaeciera de forma reiterada en varias ocasiones hasta que Liria replanteó definitivamente su posición respecto a su marido y su familia, ya que su posición respecto a Paloma se mantuvo y la amistad se estrechó más aun si cabe.

La necesidad económica se agudizó y Liria recurrió a trabajos mal remunerados, por lo que Paloma buscó una pequeña ayuda económica para compensar el trabajo de Liria como informante del trabajo de campo antropológico, y lo que empezó siendo una mera retribución se convirtió en un proyecto común que entusiasmó a las dos amigas.

En Marzo del 2011, dos años después de irse de casa por primera vez, Liria fue a juicio para conseguir el derecho a ver a su hija. Fue la primera mujer gitana que usó la ley paya para cuestionar las costumbres y la ley gitana de esta forma, lo que marcaba su separación definitiva respecto a sus anteriores posiciones todavía dentro de la cultura gitana.  Por primera vez se vieron las caras las dos partes en un encuentro de alta tensión para el que Liria había pedido protección policial que no recibió, puesto que toda la familia de Liria pensaba que Paloma los había traicionado. La familia de Paloma echó una mano a Liria y Younes en casos puntuales de necesidad pues según ella misma comenta de manera muy crítica hacia su familia “se sienten muy orgullosos de su clase social. Creen firmemente que ellos son superiores, no solo en el sentido económico, sino moral. La mayoría de los familiares de Paloma ven a gitanos como Liria, y a inmigrantes como Younes, como partes negativas y desagradables de la sociedad española. Piensan que son culpables de su situación, y que no quieren ‘integrarse’”.

Para Younes utilizan la típica expresión despectiva del moro, con frases como “Contigo y tus hijos, lo que sea. Pero al moro no me lo metas en casa”, evidenciando la enorme distancia que separa a ambos grupos que se consideran autosuficientes y superiores a los demás y la brecha existente entre los códigos de conducta tanto de gitanos como de payos, aunque como decíamos antes estos códigos estaban mucho mas cercanos hace cuarenta o cincuenta años y pese a todo la brecha era insalvable, probablemente porque había mas argumentos del tipo ‘los gitanos no son gente de fiar, son ladrones, personas que engañan, a los que les gusta la vida nómada como a los animales, de bajos instintos, inmorales’ y un largo rosario de descalificativos que el roce y la convivencia han ido rebajando en intensidad, pero que parecen estar todavía en el sustrato colectivo de ambas etnias.

Pues bien, la teoría del posicionamiento nos ha permitido un análisis mas completo e integrado de la amistad entre dos mujeres españolas pertenecientes una a la etnia gitana y la otra a la predominante y mayoritaria en el país y hemos podido constatar las definiciones que daba Harré de las posiciones como patrones de creencias de los miembros de una comunidad de habla, relativamente coherente, en nuestro caso los patrones de creencias de la comunidad gitana y de la paya, o un conjunto elástico de derechos y deberes que limita las posibilidades de acción, algo evidente en el caso de Liria, al limitarle las posibilidades para actuar como otro tipo diferente de mujer al de la típica gitana, al igual que la elasticidad se percibe fácilmente puesto que Liria es capaz de cambiar su posición frente a las limitaciones existentes, aunque para ello necesita el apoyo de otros códigos, el de las mujeres payas que ha su vez superaron en el pasado las limitaciones que hoy en día todavía sufren muchas mujeres gitanas.

También hemos podido apreciar la temporalidad de las posiciones que pueden ser efímeras, ya que Liria se marcha varias veces de casa, abandonando al marido y a los hijos, antes de su partida definitiva, y la complementariedad de las mismas, pues es la posición de Paloma como antropóloga la que permite que Liria se posicione como informante en el trabajo de campo de la antropóloga.

Por último el triangulo del posicionamiento nos ha permitido  analizar la amistad en la triple vertiente: los códigos de derechos y deberes que tienen los dos personajes del relato, los actos de habla de la comunidad gitana que definen el significado de las acciones, esto es, las frases de cada comunidad respecto a la otra que pretenden que Liria vuelva a su familia y a los principios de su cultura, al igual que la familia de Paloma se defiende frente a los otros distintos y aunque ofrece ayuda puntual deja bien claro que no pretende ni busca ningún acercamiento mayor ni a Liria ni a Younes y a lo que ambos representan.

El tercer lado del triángulo tiene que ver con los argumentos que se manejan en ambos lados para mantener las posiciones mayoritarias dentro de su propia cultura que tienen que ver unas veces con la tradición y el mantenimiento de las costumbres entre un pueblo como el gitano, que ha sido nómada durante siglos y que se ha movido por distintos países y continentes, marginado en la mayoría de esos países y por lo tanto es posible que perciban esos argumentos como el cemento de la supervivencia de su etnia. En el caso de la cultura paya mayoritaria parece que se trata de mantener los privilegios logrados tras largos años de esfuerzo y una dramática guerra civil que dejó graves secuelas que han tardado decenios en restallarse.

Si pasamos a ver las aportaciones de la teoría del posicionamiento a la relación de amistad, apreciamos que nos permite entender la fluidez y la dinámica de las relaciones interpersonales, junto a la creación de sentido y significado en las comunidades de habla que conectan la amista interpersonal con las influencias cultural, social o política.

 Bibliografía y Referencias

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