COACHING PARA DIRECTIVOS COMPASIVOS
Decía Peter Frost (1), hace ya casi una década cuando aún no se hablaba de los activos financieros tóxicos ni existía la actual crisis socioeconómica,que las organizaciones generan toxicidad de manera habitual por distintas razones: conflictos entre departamentos, malas relaciones interpersonales, fusiones, reorganizaciones, despidos, etc.
Además había otra causa muy importante de toxicidad en las organizaciones, los directivos cuando ejercen su liderazgo mediante estilos de dirección autoritarios, o como se dice comúnmente cuando dirigen mediante “el ordeno y mando”, por desgracia todavía bastante habitual en las organizaciones de todo tipo.
Frost señalaba siete factores generadores de toxicidad, los llamados “7 in”:
1-Intencionalidad
Los directivos que gestionan mediante el control, el miedo, la vigilancia continua y la amenaza del castigo.
2-Incompetencia
Directivos que carecen de habilidades de liderazgo aunque sean buenos técnicos
3-Infidelidad
Los que no valoran la confianza de sus empleados y hacen promesas que nunca cumplen, o se atribuyen el mérito de los demás.
4-Insensibilidad
Carecen de inteligencia social, desconocen lo que los otros sienten, y son incapaces de regular sus propias emociones.
5-Intrusión
Los que se entrometen en la vida privada de sus colaboradores para que se entreguen al trabajo en cuerpo y alma y dejen sus compromisos familiares y sociales como ellos hacen.
6-Institucionalidad
Directivos que esperan que la gente actúe de forma contraria a sus valores y creencias.
7-Inevitabilidad
Ocurre ante sucesos inevitables, como por ejemplo cuando muere un colega, se produce un cambio en la economía mundial o un atentado terrorista.
Pues bien, el directivo/a tóxico/a puede serlo por uno o más de las seis primeros factores, pero frente al directivo tóxico Frost postula el directivo/a compasivo/a, aquel que es capaz de gestionar el sufrimiento del equipo, que asume las emociones tóxicas provocadas por el séptimo factor (puesto que los otros seis le son ajenos), la inevitabilidad. Así, el director compasivo posibilita que el equipo pueda centrarse en la consecución de los resultados en un entorno relativamente seguro y estable, ahorrándole muchos de los componentes tóxicos existentes en la organización, de los que sus colaboradores no son responsables.
Ahora bien el directivo/a compasivo/a, como resultado de la absorción de la toxicidad, va a necesitar un lugar donde pueda volcar los residuos tóxicos y una serie de prácticas y comportamientos que le permitan recomponer sus emociones para poder seguir cumpliendo esa importante tarea en sucesivos momentos en que vuelvan a producirse dichas situaciones.
Si pasamos a observar lo que está sucediendo actualmente en nuestras sociedades como resultado de la crisis galopante que nos invade, donde cada día nos levantamos con nuevos movimientos que implican fusiones, absorciones, cierres empresariales, etc. con la consiguiente cascada de reestructuraciones, ceses, reducciones salariales, despidos, podemos colegir que el grado de toxicidad que se está produciendo puede llegar a alcanzar límites alarmantes.
Si además el directivo afectado por esta situación es un directivo tóxico, el problema sin duda se agravará y los conflictos personales y sociales también lo harán. Si por el contrario, el directivo/a es compasivo/a y asume las emociones tóxicas generadas en su unidad, la necesidad de evacuar parte de la toxicidad de este directivo/a se hace aún más relevante.
Hay diversas actuaciones que el directivo puede llevar a cabo para aliviar sus toxinas emocionales, como hacer deporte, hacer yoga, ser positivo, y demás actuaciones, recomendadas en situaciones de crisis.
Y dentro de este grupo de recomendaciones podemos hablar también del coaching para directivo/as compasivo/as que puede satisfacer la necesidad de encontrar un lugar reparador y de reflexión para ese directivo/a.
El proceso de coaching aporta un espacio para que coach y coachee mantengan sus conversaciones en un entorno de confianza y apertura, un lugar que sirve de contención para que el coachee vuelque sus emociones y sea capaz de manejarlas, una caja de resonancia donde el coachee puede plantear a su coach sus reflexiones, sentimientos y actitudes más íntimas, tanto las que percibe como beneficiosas pero también las que le afectan negativamente al ser dañinas o perjudiciales.
Un lugar para que el coach llegue a descubrir el significado de una tragedia o donde aprenda a ayudar a su gente que está pasando por situaciones traumáticas a encontrar soluciones, y a proporcionar esperanza e inspiración.
Para estos procesos de coaching parece que resultará más beneficioso emplear un coach no contaminado por las situaciones tóxicas que están afectando a esos directivos.
Si las compañías quieren cuidar a sus directivos más comprometidos con sus equipos y por ende con la organización, sometida a un proceso de alta toxicidad como resultado de la crisis socioeconómica, harían bien en ofrecerles un servicio de coaching que pueda aliviar sus emociones y las de su gente en general.
(1) Peter J. Frost (2003) Las Emociones tóxicas en el trabajo, Harvard Business School Press, traducción al castellano en Ediciones Deusto.