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El discurso del guía espiritual o el coaching como una confesión laica

Haciendo coaching al yo profundo

 

El término guía espiritual indica que el coaching trasciende lo racional y lo material. El coach, en este discurso, sirve de espejo para el espíritu creando un espacio reflexivo, contemplativo que abre el ámbito de la sabiduría más que el del conocimiento, del ser más que del hacer, parte de la búsqueda humana de la verdad, el sentido, la autenticidad y el amor.

Sus antecedentes nos remiten a los curanderos del pasado. Para algunos evoca un significado religioso o espiritual particular, para otros una referencia secular de nuestra humanidad más profunda.

La música soul podría ser una buena analogía, música que toca el alma, procedente de raíces culturales, religiosas y espirituales, fusionada con muchas otras fuentes musicales.

Este discurso acompaña al secularismo, al humanismo, al existencialismo, la fenomenología, la teología y otras formas de explorar el yo profundo.

Desde una perspectiva analítica emerge de las tradiciones religiosas contemplativas. 

En la actualidad, existe un renovado interés por la espiritualidad en el trabajo, la New Age, los movimientos ‘sin iglesia’, donde la espiritualidad sale de los lugares institucionales religiosos para hacerse personalizada e inmanente.

En el mundo del coaching habría que citar el enfoque transpersonal de Withmore que ha tenido una gran difusión y seguimiento y a nivel popular algunos seguidores del life coaching han cristalizado una línea cuyo exponente mediático lo encarna la popular presentadora norteamericana Oprah Winfrey.

El resultado es apoyar al coachee a ubicarse, a descubrir su yo auténtico y profundo, y descubrir sus talentos ocultos.

El coaching como un nuevo espacio para la confesión

Este discurso defiende también que el coaching es el confesionario posmoderno donde el coachee puede confesarse y a la vez revelar sus dudas, ansiedades, y preocupaciones para descubrir y explorar la autenticidad y los ingredientes de nuestro yo.

La sociedad moderna y la posmoderna estimulan el deseo de confesarse, de contar a otros sus miedos, de revelar sus secretos. La gente se confiesa en privado y en público, ante los amigos y las cámaras de TV, en los medios populares, en las revistas y en programas de radio y TV; también en la ‘alta’ cultura hay miles de autobiografías plagadas de historias confesadas.

El confesionario se ha convertido de nuevo en un asunto público, un espectáculo de masas, una forma de entretenimiento de manera que se da una compulsión social a confesar, en privado y en público, y un gran deseo de ser un voyeur de confesiones (p.e. Oprah Winfrey está especializada en la confesión de las estrellas como ha sucedido por ejemplo en los casos de Ricky Martin o más reciente el de Lance Armstrong). Las masas quieren identificarse con la estrella que se emociona, logrando entre otras cosas:

  • Convertir en inmortal al mortal, trayendo al famoso a nuestro mundo de emociones desordenadas
  • Rehabilitar a la estrella, al hacer reparación pública, volviendo a ganar la adoración del público
  • Proporcionar los 15 minutos de fama, creando un status de famoso para algunos individuos marginados.

Este deseo parece insaciable hoy en día.

Hay que reconocer que este afán confesional tiene algo liberador pues permite que el individuo descargue su estrés emocional y por el sentido simbólico de la confesión, es decir por la promesa redentora de ‘ser perdonado’.

El nuevo confesionario del coaching llevado al entorno de trabajo es un lugar conversacional que no requiere lograr metas, ni hacer una reflexión regresiva ni de culpa innecesaria; es el espacio donde lo humano se encuentra con lo humano remplazando una relación más transaccional donde el tecnócrata se encuentra con el empleado.

La confesión en la sociedad contemporánea se convierte en un lugar de descubrimiento, donde uno se examina a si mismo de manera abierta, donde tiene lugar el insight y la revelación.

Los ingredientes del yo

El acto de ser coach es un acto de transformación. El mejor lugar para hacerlo es en un espacio libre de una hipótesis represiva (religiosa) o patológica (psicoterapéutica), porque en el coaching el coachee tiene más control de su confesión y también de su redención y reparación.

La oreja del coach

Para ser absuelto según la iglesia se requiere: la contrición (decir lo siento), confesar, y hacer penitencia.

La versión del coaching ofrece la posibilidad de satisfacer las tres condiciones.

Perdonarse y aceptarse uno a si mismo son parte del proceso físico de ir al coach y confesar verbalmente.

La otra manera de ser perdonado es mediante la aceptación de la versión por un coach socialmente sancionado sin pasar por un juicio negativo. La ‘oreja’ profesional está entrenada para no juzgar y promover el perdón. La expiación puede darse si el cliente se exige cambiar su conducta, pedir perdón a la parte ofendida, reparar por sus obras y olvidar.

El rol de guía espiritual puede ser retador, no tiene rituales protectores, ni uniformes, ni es un cura ni un psicólogo, y solo se asume el rol una vez que se ha logrado una gran confianza entre los componentes de la diada. Es un fenómeno cultural que produce el crecimiento personal, la verdad subjetiva y es parte de cómo los individuos crean su yo y su identidad en la sociedad actual.

Asi el guía espiritual mantiene el espejo, moviéndolo hacia diferentes ángulos, para mostrar al coachee diferentes perspectivas de sí mismo, mientras que otros discursos son más activos y exocéntricos en sus enfoques. La verdad habla por sí misma en este espacio, a menudo sorprendiendo a ambas partes.

Este discurso, según sus seguidores, supone un reto a la obsesión de la modernidad por la racionalidad, el progreso y el orden.

No obstante, conviene señalar que bajo este discurso aparecen modalidades de coaching que podíamos llamar ‘esotéricas’ que quizá desprestigian la imagen de una profesión respetable y cada vez más respetada