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Las creencias limitadoras del Coach

Cuando hablamos en el coaching sobre las creencias limitadoras casi siempre nos referimos al coachee o cliente. Las creencias limitadoras son prejuicios, actitudes que damos por supuesto pero que no lo son, del tipo “yo ya no puedo cambiar porque tengo una edad”, “yo querría pero no puedo cambiar porque no sé cómo hacerlo”, “con mis estudios no puedo pensar en conseguir un puesto de trabajo motivador”.

¿Por qué decimos que son limitadoras? Porque nos impiden iniciar nuevos proyectos, cambiar nuestro comportamiento, tener expectativas, etc. y el coach, a lo largo del proceso de coaching, ha de poner de manifiesto que esa creencia, ese supuesto, carece de base y lo único que consigue es paralizarnos y no buscar activamente nuestro desarrollo.

Pero estas líneas pretenden hablar de otro asunto también relevante para el proceso de coaching, ¿tienen los coach creencias limitadoras que pueden bloquear o dificultar el proceso de cambio del coachee? Veamos algunas de ellas.

Algunos coaches insisten en afirmar que el coachee tiene dentro de sí todo lo que necesita saber para poder cambiar y no necesita aprender nada nuevo, sólo hay que ayudar al coachee para sacar lo que lleva dentro. Esta creencia limitadora, asume la posición de Karl Rogers, el creador del counselling, pero no es cierta. Cada día hacemos nuevos aprendizajes y la evolución de la tecnología nos sorprende a menudo con nuevos desarrollos que nos cambian la vida, y como ejemplo bastaría mencionar el teléfono móvil, del que carecíamos hace veinte años; es ya un lugar común pero resulta ilustrativo. Otra cosa bien distinta es que el coach puede hacer que su cliente aprenda conocimientos o comportamientos nuevos con una metodología de preguntas adecuadas que le permitan llegar a conclusiones y acciones a las que nunca hubiera llegado anteriormente por sí mismo.

Otra creencia limitadora. Muchos coaches todavía hablan de liderazgo transformacional, un liderazgo inspirador, algo mesiánico, un discurso gestado en el siglo pasado que ha cosechado sonados fracasos de presidentes y CEOs de multinacionales norteamericanas (Enron, MCI, Lehman Brothers, etc.) cuando lo que se requiere en la actualidad es difundir la necesidad de un liderazgo distribuido.

A la vez sucede que hay coaches que no son coherentes con sus supuestos básicos y así se afirma que el coach no ha de ser directivo sino que el coachee es el que toma la decisión sobre sus objetivos y cómo alcanzarlos. Sin embargo, en la práctica esos mismos coaches suministran un test que dice como es el coachee, pues no se fían de lo que el cliente nos dice sobre sí mismo, o le aplican algunos procedimientos conductistas de la PNL (otra parte de la PNL usa otros conceptos y modelos no conductistas) que hubieran alegrado la vida del gran reflexólogo ruso Pavlov, sin pedirle permiso ni explicarle por qué o para qué lo hacen.

En este punto conviene señalar que muchas de las creencias limitadoras proceden de prejuicios y estereotipos, pero también ocurre que cada enfoque teórico (aunque sea tan ateórico como el enfoque centrado en la solución) lleva sus creencias limitadoras. En la medida en la que usemos un enfoque más abierto, crítico, multifacético y sistémico menos creencias limitadoras habrá.

De ahí que es fundamental tener un enfoque teórico y su carencia en la práctica del coaching puede conducir a un pragmatismo ramplón.

El enfoque nos conducirá a considerar la persona de una determinada forma y a ejercer la práctica profesional de manera ética, con las consiguientes creencias limitadoras. El enfoque teórico puede ser alguno de los ya existentes en la actualidad o quizá surgirá a partir de la evolución de algunos de esos enfoques o de otros nuevos, sin olvidar que existen enfoques antagónicos y excluyentes que no permiten la compatibilidad. No podemos decir que la persona es autónoma y libre de elegir si luego la sometemos a condicionamientos inconscientes.

Sin embargo, la variedad de enfoques a veces contrapuestos en las ciencias sociales puede ser el origen de este malentendido junto a una presión por conseguir resultados para justificar la bondad del coaching, pueden explicar que se originen excesos.

Por ello hay que reivindicar aquella frase de Kurt Lewin “no hay nada más práctico que una buena teoría” a la que yo añadiría que “no hay mayores creencias limitadoras para un coach que las que plantean supuestos teóricos inadecuados o insuficientes, o supuestos inadvertidos de los que ni siquiera es consciente”.