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Princesas entre cuerdas (Capítulo XXII)

Estaba tan inquieta y emocionada con el mensaje que me puse como poseída a telefonear a mis hermanas. Águeda no me dejó ni hablar,

- no lo creerás, pero no me ha sucedido nada bueno desde que regresé. Al aterrizar Andrea me estaba esperando en la Terminal del aeropuerto para contarme que se iba a Madrid y casi estampo el carrito de las maletas contra una abuela japonesa perdida en medio del pasillo sin saber dónde ir, fíjate que disgusto si le paso por encima el carro a la abuela y la tenemos que llevar al hospital con el pie roto y además le desgracio las vacaciones,

- ¿pero le pasó algo?,

- no, nada, hice una maniobra rápida y la rebasé, vaya susto,

- Y Andrea ¿por qué quiere venir a Madrid?,

- por un chico, un tal Gabriel del instituto, le gusta pero fíjate llevan saliendo casi un año y yo sin enterarme. El chico ha decidido estudiar cine en Madrid y a ella no se le ha ocurrido otra genial idea que irse a casa de su abuela

- ¿y sigue con el violín?, le pregunté incrédula

- lo ignoro, pero yo se lo voy a romper contra la cabeza,

- ¿no sería mejor que hablaras con ella?

- quizá, tienes razón, hablaré con ella. Pensándolo despacio a Marina le vendría bien tener a Andrea por un tiempo, e incluso podría acompañarla a los conciertos en el Auditorio, darle conversación en casa, no sabes lo que habla, es dicharachera y te partes de risa con ella,

- ¿qué otra cosa te ha pasado, Águeda, qué despotricas tanto?

- ¿puedes creerte que mi jefe Hilario me ha tirado los tejos y en cuanto regresé a la oficina me llamó a su despacho para decirme que durante mi ausencia se había reafirmado en la conclusión de que estaba enamorado de mi?”

- ¿y eso qué tiene de malo?

- pues que es un solterón de casi cincuenta tacos que ha vivido con su madre hasta que murió hace tres años

- pero ¿a ti te gusta?

- sí, sí me gusta, Hilario es una excelente persona, es un tipo atractivo, bien plantado, pero no tengo ganas de nuevas historias, seguro que me estrellaría de nuevo. Oye, Cecilia, tú me has llamado para algo ¿no?

- ya veo que quieres que dejemos el tema de Hilario, pero no te cierres en banda. Pasando ahora al motivo de mi llamada, papá nos ha grabado unas palabras en la grabadora que le dejé, y no te cuento la odisea de la grabadora porque la habíamos olvidado en el hospital,

- no puede ser, Cecilia, cuéntame ¿qué nos dice?

- a mí me ha emocionado mucho, me pasé unos minutos sin parar de llorar, te la voy a enviar por Internet para que puedas escucharla tranquila, a solas, y llorarla a gusto.

Antes de seguir con mis hermanas llamé a Marina, pues Sergio había conseguido unas entradas para un concierto extraordinario de la Nacional.

- mamá, soy Cecilia, ¿qué tal andas?

- bien, hija, he pasado unos días malos haciendo limpieza, he sacado la ropa de tu padre de los armarios y ayer me tuve que sentar un rato pues no cesaba de llorar. Luego fui llenando bolsas con la ropa que estaba mejor para llevarla a la parroquia y al regreso me senté en el sofá del salón y parecía como si la casa se me cayera encima, ni un ruido, sólo quedaban los recuerdos por las paredes y las fotos vuestras que tengo sobre el aparador, he puesto una de Cefe con vosotras posando en la huerta de ‘el queji’ recogiendo los fresones con cara de satisfacción por el atracón que os ibais a dar,

¿y tú qué tal, hija?

- bien, mamá, tengo muchas novedades que comentarte, en primer lugar, Sergio me ha dicho que tiene entradas para el concierto de la Nacional, y he pensado que si no tienes nadie con quien ir te acompaño,

- dale las gracias a Sergio, y me parece estupendo que vengas conmigo,

Pasé enseguida al tema de la grabación de Cefe y lo único que comentó fue,

- eso es imposible, me hubiera enterado, me habría dicho algo.

Evité la polémica y le dije que me pasaría después por su casa para que escuchara la grabación. Reparé en que se me había hecho tarde para la radio, seguro que estaban esperándome y me iban a echar la bronca, tenía en la cabeza el guión, sabía las obras que iba a poner pero había que pedirlas a la fonoteca, y necesitaba consultar algunos comentarios para los seguidores más fieles del programa.

Subí corriendo al estudio, pedí perdón por adelantado antes de que nadie me atacara, y como loca busqué los libros, requerí el material y antes de una hora ya estábamos grabando. Al terminar me quité los auriculares y llamé a Eugenia,

- Eugenia speaking

- mira, soy Cecilia, como vamos a hablar un ratito, devuélveme la llamada y que pague tu empresa, que yo te estoy llamando desde mi móvil,

- qué bien que me has llamado, gracias, estoy feliz; nada más llegar a casa,  Hettie estaba esperándome, cariñosa, y no podía contenerse, nos habían mandado la foto de nuestra niña, junto a una carta en la que indicaban que en breve nos anunciarían las posibles fechas para ir a recogerla. Se me encogió el corazón al principio, sentí un miedo terrible por todo el cuerpo, como si no supiera dónde me había metido, y mirando a Hettie, le dije,

- ¿estás segura de que lo sabremos hacer bien?

- of course, me respondió y comencé a sollozar, pero ya no era de angustia sino por la alegría de tener una hija, y desde entonces no he parado de mostrarme alegre y de decírselo a mis amigos, ya lo sabe toda la oficina y mi secretaria ha escaneado la foto de la niña y la ha enviado a diestro y siniestro,

- yo también me alegro mucho, ya verás lo contentas que se van o poner todas, Eugenia, bueno cuéntame algo más de la niña, ¿cómo se la ve en la foto? ¿Qué nombre la vais a poner?,

- guapísima, se la ve muy guapa, contestó al instante, bueno este comentario ya es de auténtica madre, porque en la foto parece flacucha y desaliñada, tiene año y medio, pero me han dicho otros padres que han adoptado que los niños en seis meses parecen otros; el pelo demasiado ralo, no muy bonito y sin embargo tiene unas chapetas coloradas estupendas. Respecto al nombre estamos dudando pero como cada una prefiere un nombre diferente, quizá hagamos una mezcla, creo que finalmente le pondremos Ana Lucía; tendréis que venir cuando vayamos a recogerlas,

- no lo dudes, repliqué. La anécdota de la grabadora me pareció banal y pasé como de puntillas por ella y le dije que se la enviaba.

No sabía si ponerme a preparar el programa del jueves o acabar con la ronda de llamadas de mis hermanas. Entretanto un compañero entró en la sala y me dijo,

- ¿a qué no sabes qué número de programa hacemos el jueves, Cecilia?

- no, ni idea, nunca llevo la cuenta, respondí

- el número 300, dijo mi compañero

- tenemos que celebrarlo, ya han pasado tres años desde que empezamos, algo impensable cuando me contrataron. Me dijeron que le diera un título al programa y se me ocurrió el de Música al atardecer, me estremece de alegría llevar tanto tiempo en el aire, qué casualidades tiene la vida, Emilio, había pensado hacer un pequeño recuerdo de mi padre, gran aficionado a la música, para el jueves e iba a dedicárselo a Schubert, ¿te he contado alguna vez la fantasía que siempre tuvo?

- no, no me suena, respondió Emilio

- tocar “La trucha” con sus hijas formando un quinteto,

- la fantasía es preciosa, y ahora dime cómo puedo ayudarte a preparar ese especial.

- perdóname, le repliqué, en unos minutos estoy contigo, sólo me queda una llamada y voy rápida,

-¿Violeta?

- ¿qué pasa Cecilia, algo malo otra vez?, cuando llamas es para darme una mala noticia.

- no confundas a la mensajera con el mensaje, pero las noticias de hoy son todas buenas.

Y empecé a contar por cuarta vez la misma historia que había repetido a mi madre y a mis hermanas,

- es cierto, esta vez las noticias son estupendas, dijo Violeta,

- ¿no me has contado nada de ti, de cómo te va? El día del concierto en ‘el queji’ alguien comentó que estabas mal con Tinín,

 - es cierto, llevo tiempo diciéndole que lo nuestro no va bien hasta que el fin de semana pasado le planteé que era mejor terminar antes que alargar una  mala relación de manera  indefinida, y así se lo conté a Cefe en la despedida,    

- Violeta eres una kamikaze, como Eugenia, se os ocurre decirle a papá en el lecho de muerte algo tremendo que nunca os habríais atrevido a decírselo cara a cara,

- claro, ya me hubiera gustado podérselas decir mientras estaba vivo y que me hubiera dado algún consejo

- y Tinín, ¿cómo está?

- fatal, el sábado se puso a llorar como una Magdalena, y me dio un ataque de angustia, me sentía culpable, porque él me recogió cuando yo estaba mal y aunque era tosco siempre se portó muy bien conmigo

- ¿has pensado qué vas a hacer, dónde vais a vivir?,

- todavía no lo he decidido, hay algo que quizá no sepas, y es que estoy saliendo hace tres meses con Guzmán, el saxo de la banda, nos gustamos mucho, él vive sólo con un hijo que tuvo muy joven, y es de la edad de Lola,

- ¿y os habéis juntado dos almas gemelas con experiencias comunes, no?

- no lo había visto así como tú lo dices, hemos vivido mogollón de experiencias parecidas, pero no quiero tomar decisiones precipitadas,

- te dejo, Violeta, tengo trabajo aquí en la radio y me están esperando, te llamaré para ver como sigues, y te dejo en casa una copia de la grabación de papá.

Pulsé el botón y cerré la tapa del móvil, tras la muerte de Cefe la vida seguía, sólo que ahora la responsabilidad era nuestra y ya no podríamos echarle la culpa de nuestras miserias.