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El director de autores como antídoto para el neotaylorismo del management de control financiero

El denostado Taylor, a principios del siglo XX, introdujo los procesos de trabajo entendidos como un conjunto de movimientos corporales y tiempos empleados, para mejorar la productividad de la minería primero y del trabajo industrial después. Lo que llamó management científico.

Un par de décadas más tarde Elton Mayo puso de relieve la importancia que tenía el reconocimiento a la aportación de los trabajadores como personas y no solo como un mero manojo de músculos y nervios. Ya en la década de los 60 comenzaría la llamada corriente de relaciones humanas impulsada y seguida por Maslow, Likert, Argyris, Mc Gregor, o Mintzberg entre otros, que inauguró otra forma de entender el management centrada en las personas que son finalmente las que siguiendo los procesos, dan lugar a los productos y servicios y mejoran la eficiencia y/o la productividad.

Parecería, en nuestros días, que esta visión del management centrado en las personas sería la dominante si escuchamos las alabanzas que casi todos los altos ejecutivos occidentales hacen sobre sus equipos y las personas que los componen en la junta de accionistas o en discursos o entrevistas que realizan. Pero la realidad es bien distinta y sucede que hay un nuevo taylorismo, el management  de control financiero que responde todavía al estilo de liderazgo del ordeno y mando que ha colonizado al management de las personas, donde éstas son consideradas finalmente desde un prisma principalmente financiero.  Nos movemos así entre la mistificación de los programas de gestión del cambio introduciendo estilos de liderazgo de transformación, pero que en realidad valoran los resultados de las personas por parámetros casi exclusivamente económicos.

Además, este management de control ha colonizado en gran parte a los recursos humanos, que en muchos casos han sucumbido a valorar a las personas y las acciones de desarrollo que se realizan por indicadores económico-financieros, de modo que vemos a muchos directivos de recursos humanos obsesionados por medir en términos del ROI, el Ebitda o similares.

Este enfoque de control financiero hace que se resientan tremendamente  cualidades esenciales en los negocios actuales como es la innovación, lo que ha llevado a personas  como Ken Morse, director general del Centro de Emprendedores del MIT en Boston, a afirmar que existe una relación inversa entre innovación y finanzas, o a gruesos enunciados, no extensible a todos los directores financieros, como  “la vida de una empresa y su futuro llegan a su fin cuando el director financiero se convierte en el director general de la compañía….. Los financieros son los verdugos de la innovación” (1).

Los nefastos resultados de este enfoque nos llevan a defender un management que además de estar centrado en las personas, las considere como autoras y dueñas de sus obras. Este tipo de management implica un estilo de liderazgo diferente, se trata del Director de Autores (2).

Este director no es un gestor, porque los activos y los recursos se gestionan pero las personas se dirigen, mantiene una actitud positiva ante la capacidad creadora/innovadora de las personas, no sólo por creer en ella sino porque también sabe el deseo de la gente de que sus ideas sean no sólo conocidas por los otros sino también reconocidas como suyas por los demás.

Entiende, por otra parte, que los empleados/personas no sólo pueden representar un papel aunque estén preparados para ello,  sino que pueden reescribirlo o simplemente mejorarlo; porque es consciente, además, de que sus colaboradores quieren que su talento innovador sea útil y conocido para los demás y él está dispuesto a reconocérselo así y recompensar públicamente por ello.

El Director de Autores ofrece la posibilidad de salir del bucle perverso de la rutina mediante el estímulo de activar la mente y la imaginación sobre el proceso que realiza, lo que favorece su concentración en el mismo –evitando distracciones y fallos e, incluso, accidentes- a la par que propicia su desarrollo y el de las tareas que tiene encomendadas.

Esta disposición permanente del líder para estimular, provocar, apoyar, escuchar y valorar la creatividad de su gente, genera un ambiente de desarrollo profesional en el que las personas de su equipo se sienten a gusto, comprometidas, motivadas, confiadas y estables. Un estado adecuado para pensar con libertad y constatar el valor y utilidad que se da a su trabajo donde la percepción de retorno para el directivo sea la seguridad de contar con un comportamiento leal y una disposición permanente para con él y lo que representa en la Organización.

(1)  Citado por Salva López en ROCKvolución empresarial, Empresa Activa, Barcelona, 2011).

(2)  F. Castellanos y J.L. Rodríguez, Desde la otra orilla. El Director de Autores, Madrid, Díaz de Santos, 2007